Tengo todo para ser feliz, ¿por qué no lo soy?
"En una de las primeras consultas formales fue la visita de un hombre que planteó
la pregunta
siguiente “Tengo todo para ser feliz, ¿Por qué no lo soy?”. Este hombre, de
unos sesenta años,
era médico y
se describía, en
efecto, como teniéndolo todo
para ser feliz: “Una existencia sin demasiadas preocupaciones, una familia
feliz, una vida profesional
y social de
éxito, viviendo con desahogo material y llevando incluso una
actividad artística gratificante...” Sin embargo, no llegaba a encontrar la
felicidad, llegaba incluso a sentirse de vez en cuando muy desgraciado. Esto no
le impedía funcionar, ni siquiera le obsesionaba de manera enfermiza: cuando
hablaba, tenía incluso un
cierto desapego en la
observación de esta contradicción relativa a su funcionamiento psíquico.
Deseaba, de todos modos, comprender
la naturaleza de
este hecho, deseo
que le perseguía
de algún modo. Como
le pregunté por
aquello que en
su existencia le
hacía más feliz, me
respondió que la
música.
Le pedí
que precisara y
me explicó que tocaba la flauta travesera, que hacía
parte de un conjunto de música de cámara y que
participaba de vez
en cuando en
algún concierto. Cuando
tocaba la flauta, me confesó,
le parecía encontrar
en sí mismo
una paz, desprovista
de toda sombra, que
no encontraba en
nada más. Puesto
que ahí se
encontraba el secreto de
la felicidad de
este hombre, decidí profundizar
en la naturaleza
de aquello que le hacía tan feliz. “¿Qué es lo que le hace tan feliz
cuando toca la flauta?” le pregunté. Su respuesta fue un poco sorprendente. “Lo
que más me gusta, es el tecleo, el movimiento de los dedos sobre las teclas, y
la sensación de fragilidad de la columna de aire en el corazón de la flauta que
se hace palpable como un ser vivo”.
Había notado desde el inicio de la
conversación, el marcado empleo que hacía
de diversas expresiones
de tipo material
u orgánico para expresarse o responder a mis preguntas,
pero en este momento, me resultó más chocante. La descripción de la música como
una actividad exclusivamente física, pues
así describía el
hecho de tocar
aquel instrumento, resultaba
un tanto sorprendente. Le
pregunté que qué
música tocaba, puesto
que no hablaba
de ello, contentándose con describir su relación con un objeto material
erigido en ser viviente. “¿Qué le gusta tocar principalmente?”. Sin dudar, me
respondió “Mozart”. Entonces ¿Mozart se resume a un tecleo y
a una columna
de aire? Me miró
de una manera
extraña, casi incrédula
ante una pregunta
tan descabellada, y aceptó de todos modos responderla. “No, ¡Mozart, es
mucho más que eso! Mozart....” No terminó la frase y se quedó pensativo. Le
animé: “No ha terminado
su frase, ¿Qué es Mozart?” Hizo como si saliera de una profunda
ensoñación, esbozó un gesto con la mano para darse ánimo o sostener sus propias
palabras, diciendo “Mozart, es...” Pero no terminó su frase, el gesto se interrumpió,
su mano se
paralizó en el aire,
y la dejó
caer pesadamente ya que las palabras no le venían. El color de
su cara cambió, sus rasgos estaban un poco
descompuestos, y su
cuerpo se hundió
lentamente en el
asiento. Aquel hombre no
era el mismo,
había visto algo,
algo cuya naturaleza
exacta yo ignoraba, algo que
podía solo presentir. Ciertamente no me había respondido, y evidentemente no
podía responder en su lugar, podía vagamente imaginar de lo que se trataba.
Pero él había percibido el “problema”, verdadero pozo sin fondo en su pensamiento: la
ausencia de respuesta
es a veces
una respuesta tan consistente como una “verdadera”
respuesta: la ausencia se debe a menudo a una presencia todavía más plena y más
formidable que la presencia efectiva. Lo vacío
dice a menudo
más que lo
lleno,tanto para las
palabras como para
las personas"
Conceptos espantapájaro
Con este caso de una de las primeras consultorías filosóficas que realizó, Oscar Brenifier comenzaría a formular la idea de los conceptos espantapájaro.
Los conceptos espantapájaros son una forma de evitar afrontar una realidad o -dicho de otra manera- algo que se prefiere no ver.
Este no ver no hace en ningún momento referencia al concepto psicoanalítico del inconsciente. Mas bien hace referencia a estructuras de pensamiento y de vida no reflexionadas, pero no por ello ocultas en un velo de terno misterio como lo concebía Freud.
En este sentido, la consultoría filosófica no busca "sanar", ni hacer "hacer consciente lo inconsciente". Sino que más bien busca reflexionar en torno a aquello que se da por hecho y se evita, lograr vislumbrarlo. Pero lo que pase después, si se quiere enfrentar o no, es decisión libre y absoluta de la persona por cruel que suene y, sin embargo, respetando la libre determinación de la persona de forma radical.
Los conceptos espantapájaro los elegimos sin querer. Huimos de él o ellos pues suelen girar entorno al aniquilamiento del ser, la cesación del mismo, la encarnación de la nada. Basta decir que cada uno de nosotros tendrá su propio concepto espantapájaro que encarne esta nada.
Mucho tiempo después del caso, Brenifier se puso a reflexionar sobre el posible origen de dichos conceptos. Para esto hay que considerar una idea de Spinoza: aquello que no elegimos dice tanto de nosotros como aquello que elegimos.
Si el hombre es libre, elige. Pero elegir implica siempre dejar algo de lado. Nuestra vida se basa en aquellas elecciones así como en aquellas cosas que dejamos de lado al elegir: gustos, amores, opciones, actos...como diría Sartre, "somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros".
De elegir unas cosas y abandonar otras, se va conformando la filosofía de vida de cada uno, aquella forma de ver el mundo, lo que nos rodea, lo que nos sucede, lo que creemos.
Sin embargo, no siempre somos plenamente consciente de aquellos que tomamos. Esta falta de consciencia o de reflexión entorno al material extra consciente (en términos de Jaspers) es el origen de dichos conceptos. Cómo baluartes de seguridad personal, están ahí para impedir ver aquel concepto que nos consume, lo que Brenifier llamó también agujero negro del pensamiento, porque -comos los agujeros negros astronómicos- consume la energía y vitalidad de la persona.
Estamos acostumbrados a querer catalogar todo como bueno o malo, o, en su defecto, como sano o patológico -como lo hace la medicina y la psicología-; sin embargo, en la consultoría filosófica no se hacen dichas categorizaciones. Los conceptos espantapájaros simplemente "son", están ahí. no es un defecto ni una enfermedad o trastorno aún cuando puedan crear modos inadecuados de vivir o infirmidades.
Uno invita al acompañado a contemplarlo y-aunque suene inhumano- lo que haga con ello no es asunto nuestro puesto que se respeta al máximo su libertad como individuo. En este sentido, aquél que se acerca a la consultoría filosófica ve y escucha aquello que no quisiera ver y escuchar. Se le invita a bailar, pero el decide si quiere seguir el compás o irse tal como sucedió con el médico.
Los conceptos espantapájaros, aunque desagradables muchas veces, llevan al propio autoconocimiento. Quizá sean de hecho -como encarnaciones de la nada- los únicos que nos hacen capaces de llegar a saber nuestros límites conceptuales y existenciales, sin conocer dichos límites nuestro autoconocimiento es sólo una ilusión más.
La historia que contamos de nosotros mismos determina nuestra identidad, por eso son dolorosos. Pero habría que preguntarse si no es más doloroso, al final, vivir una mentira por hermosa que sea que una verdad por difícil de asumir.
Y quizá ese sea también uno de los tantos problemas de nuestra sociedad actual: Nos han hecho creer la ilusión de que se tiene que ser perfectamente feliz y que todo sufrimiento o desdicha es algo indeseable y no debería existir. Basta ver todos los libros de autoayuda que repiten esta idea y dan recetas a discreción para alcanzar la felicidad, una felicidad entendida como mero sentimentalismo y no como plenitud del ser como la concibió en su momento Aristóteles.
¿Te atreverías a mirar más allá de lo que das por sentado de ti mismo y del mundo? ¿Qué opinas al respecto?
Los conceptos espantapájaros son una forma de evitar afrontar una realidad o -dicho de otra manera- algo que se prefiere no ver.
Este no ver no hace en ningún momento referencia al concepto psicoanalítico del inconsciente. Mas bien hace referencia a estructuras de pensamiento y de vida no reflexionadas, pero no por ello ocultas en un velo de terno misterio como lo concebía Freud.
En este sentido, la consultoría filosófica no busca "sanar", ni hacer "hacer consciente lo inconsciente". Sino que más bien busca reflexionar en torno a aquello que se da por hecho y se evita, lograr vislumbrarlo. Pero lo que pase después, si se quiere enfrentar o no, es decisión libre y absoluta de la persona por cruel que suene y, sin embargo, respetando la libre determinación de la persona de forma radical.
Los conceptos espantapájaro los elegimos sin querer. Huimos de él o ellos pues suelen girar entorno al aniquilamiento del ser, la cesación del mismo, la encarnación de la nada. Basta decir que cada uno de nosotros tendrá su propio concepto espantapájaro que encarne esta nada.
Origen de los conceptos espantapájaros
Mucho tiempo después del caso, Brenifier se puso a reflexionar sobre el posible origen de dichos conceptos. Para esto hay que considerar una idea de Spinoza: aquello que no elegimos dice tanto de nosotros como aquello que elegimos.
Si el hombre es libre, elige. Pero elegir implica siempre dejar algo de lado. Nuestra vida se basa en aquellas elecciones así como en aquellas cosas que dejamos de lado al elegir: gustos, amores, opciones, actos...como diría Sartre, "somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros".
De elegir unas cosas y abandonar otras, se va conformando la filosofía de vida de cada uno, aquella forma de ver el mundo, lo que nos rodea, lo que nos sucede, lo que creemos.
Sin embargo, no siempre somos plenamente consciente de aquellos que tomamos. Esta falta de consciencia o de reflexión entorno al material extra consciente (en términos de Jaspers) es el origen de dichos conceptos. Cómo baluartes de seguridad personal, están ahí para impedir ver aquel concepto que nos consume, lo que Brenifier llamó también agujero negro del pensamiento, porque -comos los agujeros negros astronómicos- consume la energía y vitalidad de la persona.
¿Son malos los conceptos espantapájaros?
Uno invita al acompañado a contemplarlo y-aunque suene inhumano- lo que haga con ello no es asunto nuestro puesto que se respeta al máximo su libertad como individuo. En este sentido, aquél que se acerca a la consultoría filosófica ve y escucha aquello que no quisiera ver y escuchar. Se le invita a bailar, pero el decide si quiere seguir el compás o irse tal como sucedió con el médico.
Conocerse a uno mismo
Los conceptos espantapájaros, aunque desagradables muchas veces, llevan al propio autoconocimiento. Quizá sean de hecho -como encarnaciones de la nada- los únicos que nos hacen capaces de llegar a saber nuestros límites conceptuales y existenciales, sin conocer dichos límites nuestro autoconocimiento es sólo una ilusión más.
La historia que contamos de nosotros mismos determina nuestra identidad, por eso son dolorosos. Pero habría que preguntarse si no es más doloroso, al final, vivir una mentira por hermosa que sea que una verdad por difícil de asumir.
Y quizá ese sea también uno de los tantos problemas de nuestra sociedad actual: Nos han hecho creer la ilusión de que se tiene que ser perfectamente feliz y que todo sufrimiento o desdicha es algo indeseable y no debería existir. Basta ver todos los libros de autoayuda que repiten esta idea y dan recetas a discreción para alcanzar la felicidad, una felicidad entendida como mero sentimentalismo y no como plenitud del ser como la concibió en su momento Aristóteles.
¿Te atreverías a mirar más allá de lo que das por sentado de ti mismo y del mundo? ¿Qué opinas al respecto?